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Símbolo de la ONU |
La respuesta no es tan sencilla, más aun
cuando está en plena manifestación una descomunal crisis financiera mundial que
todavía no alcanza a prefigurar su demoledor impacto socio-económico sobre la
totalidad de los habitantes del planeta tierra.
Sin embargo, es el momento oportuno para
la definición de un modelo de gestión institucional, basada en la planificación
estratégica, con miras no sólo a detener sino disminuir significativamente la
pobreza y el hambre en el mundo en un plazo de 30 años. Por ahora, sólo
adelantaré una idea muy general, con base en el Marco Estratégico del FIDA para
el periodo 2007-2010.
En efecto, si los gobiernos de EEUU y el
Reino Unido fueron capaces de disponer de un monto superior a los 800.000
millones de dólares para salvar algunos bancos de la crisis financiera de
marras, con sobrada razón la ONU, a través de las corporaciones que dan
sustento al FIDA, como es el caso de la Organización de Países Exportadores de
Petróleo (OPEP); la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE), junto con otros países desarrollados (no afiliados a la OPEP, pero
también petroleros como éstos) y de economías emergentes; estarían en capacidad
de asumir, en forma inmediata, la recaudación de aportes por una cantidad de 12
billones de dólares ($ de USA), distribuidos a una tasa de 400.000 millones de
$ por año, durante treinta (30) años, desde el año 2013 hasta el 2043.
Estos fondos serían suficientes para
sustentar, en ese periodo, los gastos e inversiones (reembolsables y no
reembolsables) requeridos para aminorar, por lo menos en un 75%, la pobreza
extrema y el hambre que padecen más de 2000 millones de seres humanos. La
idoneidad, experticia y eficacia para hacer el mejor manejo, administración y
aseguramiento de estos recursos, destinados exclusivamente a la inversión,
reinversión y gastos operativos de este Mega-Proyecto Humanitario (MPH),
tendría que estar a cargo de la ONU, a través de sus organismos especializados
como el FIDA, la FAO, el PNUD y el PNUMA.
Los resultados alcanzados por estos
organismos en las tres últimas décadas, ha demostrado que la manera más
efectiva para vencer la pobreza e incrementar la seguridad alimentaria consiste
en dar a los pequeños agricultores y otros habitantes pobres del medio rural y
urbano la oportunidad de fomentar las habilidades, los conocimientos y la
confianza que necesitan para salir de la pobreza por sus propios medios, sin
provocar un deterioro ambiental significativo.
Con base en esta visión prospectiva, es
necesario continuar con las inversiones financieras, significativamente
superiores a las ya aportadas por organismos como la FAO y el FIDA en los
últimos 30 años; toda vez que no realizarlas ni redefinir las políticas
agrícolas y agrarias en los países en desarrollo, en particular las orientadas
al fomento de la agricultura de pequeñas explotaciones, hará muy difícil para
estas naciones alcanzar la meta del Milenio antes señalada.
De allí que la ONU, y sus organismos
asociados, estén en la obligación moral de planificar la búsqueda de un fondo,
como el antes indicado, que sería suficiente para alimentar y sacar de la
pobreza extrema a más de 1.850 millones de personas, que representarían el 75%
del total que vive en la pobreza, a través del desarrollo de programas y
proyectos agro-productivos, de conservación o recuperación de la capacidad
productiva y diversidad de los ecosistemas o agro-ecosistemas, garantizando la
preservación del entorno ecológico-ambiental como hábitat para las futuras
generaciones.